El grabado
LUZ SOBRE PAPEL es una colección de dibujos, grabados, libros y obra gráfica cuyo motivo principal es la representación de la luz. El claroscuro, la luz natural o artificial, la composición en la que el elemento luminoso tiene mayor importancia que otros valores plásticos, es el tema esencial de esta colección.
Desde muy temprano con la introducción del uso del papel en Europa en el siglo XV y con la aparición de los nielli, se imprime negro sobre blanco y conscientemente se respeta la luz del papel. El blanco del soporte es la luz y el artista dibuja los trazos o las manchas para añadir el misterio de las sombras. La obra más antigua de la colección es una xilografía anónima de San Camilo de Lelis, de finales del S. XV o principios del XVI. En ella aparece un enfermo agonizante rodeado de demonios que suplica la salvación de su alma. El tema es un asunto piadoso pero el motivo principal es la luz celestial que emana del santo. El blanco del papel inunda toda la composición realzando las líneas secas y cortantes del grabado sobre madera.
En el renacimiento italiano la luz del humanismo aparece en todo su esplendor, con todos sus héroes mitad hombres/mitad dioses como en los grabados de Marcantonio Raimondi, Aenea Vico, Fontana o los Carracci. El Renacimiento de los Países Bajos y Alemania aporta una luz del norte más difusa y misteriosa. Como en el grabado San Jerónimo en su celda de Alberto Durero, donde por medio de los efectos de la luz exterior que se cuela por la ventana consigue una sensación del paso del tiempo. Los aguafuertes y buriles de la Escuela del Norte del S. XVI con nombres fundamentales como Martín de Vos, Galle, Goltzius o Sadeler es uno de los núcleos principales de esta colección.
La luz tamizada de los Paises Bajos se muestra en los grabados de Rubens y en el resplandor de El Cristo de la caña de Van Dyck. La iluminación tenue del norte también aparece en las escenas de interiores de Teniers y Van Ostade, en el que el detallismo y los brillos de la luz parecen matizados por las partículas de polvo en suspensión que amplian el espacio. En el Burgomaestre de Rembrandt la luz se cuela por la ventana de la estancia para definir un espacio plástico especial dentro de la oscuridad. Las sombras muy oscuras modelan el espacio interior para realzar la profunda categoría intelectual del caballero apoyado en la ventana.
El grabado barroco francés esta representado por grabadores como: Simon Vouet, Audran, Huret o Stella, que utilizan una luz efectista para destacar el motivo y conseguir un efecto teatral del espacio compositivo. Por el contrario, otros artistas utilizan el mundo de las sombras para ocultar algo que puede ser la mentira y las trampas en el juego, como en la obra Los jugadores de naipes de Callot. En el barroco italiano aparece una luz clásica que parece inundarlo todo hasta disolver los personajes en el espacio como se aprecia en los grabados de Salvatore Rosa. Posteriormente Tiépolo con su serie de los Capricci utiliza un deslumbramiento especial alrededor de personajes jóvenes, soldados y orientales para por medio de la intensa luz mediterránea contarnos el misterio acerca del paso del tiempo, de la vida y de la muerte. William Hogarth graba sus sensaciones pesimistas y la tragedia de la muerte en Bathos. En esta composición aparece el viejo con la guadaña y el carro de Apolo fragmentado en el cielo, mientras el mundo se derrumba sin la luz que le de la vida. Los grabados de Boucher y de la Ilustración arrojan otro tipo de luz más optimista sobre la naturaleza humana. La serie Opere varie II de Piranesi, con sus majestuosas arquitecturas y pequeños personajes, habla de la magnificencia y la luz de una idealizada Roma Clásica aunque con un poso melancólico muy contemporáneo.
Mientras Tiépolo utiliza la intensidad de la luz para contar lo inexplicable; Goya utiliza el mundo de las sombras para hablar de lo grotesco en sus Caprichos y sobretodo en la serie de Los Disparates. El misterio de las sombras y la vitalidad de la luz goyesca serán recogidas posteriormente por los románticos y simbolistas franceses. En España, de los pocos ejemplos que siguen sus innovaciones es Fernando Brambilla en su serie de aguatintas sobre la Guerra de la Independencia.
El romanticismo francés de Delaunay, Delacroix, y posteriormente Doré redescubrirá la luz del sur y las escenas pintorescas cargadas de cierto orientalismo. Los simbolistas realizan composiciones utilizando la luz para trasmitir las emociones y los sentimientos. Están bien representados en esta colección con los artistas más importantes de esta tendencia como Gustave Moreau, Puvis de Chavannes y Valloton entre otros. El grabado de la escuela española del S XIX esta dominada por el costumbrismo y el historicismo, con sus mejores representantes como Francisco Jordán, Bartolomé Maura o Galván y Candela. El paisaje romántico español iniciado por Parcerisa evoluciona posteriormente a un simbolismo que utiliza una luz triste al elegir paisajes desolados de atardeceres, cementerios o montañas. Los paisajistas Espina, Lhardy, Mir, Serra o Urgell exploran una luminosidad tenue sobre el papel que refleja la melancolía y decadencia del final del S. XIX.
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